Kerry Kennedy, la nueva aliada de Sofía Palazuelo: Pertenecer a mi familia me hizo consciente de los derechos humanos desde que era una niña

Seguramente Kerry Kennedy (Washington D. C., 1959) tenga muchas cosas en común con su padre, Robert F. Kennedy. Hay algunas que resultan evidentes cuando hablas con ella por primera vez. Tiene la misma sonrisa de quien fuera hermano y mano derecha de JFK –"el tío Jack", dice ella–, es una magnífica contadora de anécdotas, algo que durante generaciones ha caracterizado a los Kennedy, y disfruta estando rodeada de gente. Como si fuera una herencia genética, comparte también su compromiso en defensa de los derechos humanos. Su padre estaba destinado a ser presidente de EE UU cuando fue asesinado en 1968. Kerry tenía solo 7 años. "Paz, justicia y compasión con los que más sufren", era su lema de campaña. Kerry lo convirtió en el de su vida.

"Tengo siete hermanos y tres hermanas, y yo soy la séptima", relata a Vanity Fair Kerry Kennedy, que perdió a dos de ellos, David, con 28 años por sobredosis, y Michael, a los 39 en un accidente de esquí; el pasado agosto tuvo que lamentar la muerte de su sobrina Saoirse con tan sólo 22. "Formar parte de una familia tan numerosa te hace consciente de la importancia de los derechos humanos a una edad muy temprana. Para mí siempre fue fundamental tratar a todos de una forma igualitaria. Lo tenía tan interiorizado desde muy pequeña que si me ponía el zapato izquierdo primero lo compensaba atando antes los cordones del derecho. No quería que ninguno de ellos ‘sintiera’ que existía un favoritismo. Debía tener unos cuatro años… ¿A qué edad se aprende uno a atar los cordones?" En el caso de Kerry Kennedy hasta un detalle como ese tiene carácter histórico: tenía esa edad cuando su tío Jack murió tiroteado en Dallas.

Al frente de la fundación Robert F. Kennedy Human Rights desde 1988, continúa esa labor que quedó interrumpida. Ha viajado por todo el mundo denunciando la vulneración de los derechos humanos y formando a futuros activistas. Su última parada la trajo esta semana a Madrid para presentar la RFK Human Rights España, una entidad con fines educativos y en cuyo patronato figuran entre otros Fernando Fitz-James Stuart y Sofía Palazuelo.

¿Qué fue lo que hizo que se interesase por el activismo político?
Durante mi segundo año en la universidad entré a trabajar en Amnistía Internacional, documentando los abusos que se habían cometido desde los organismos de inmigración de EE UU con refugiados de El Salvador. Me horrorizó comprobar que mi gobierno estaba tratando a gente que lo había perdido todo con tanto desprecio. Recuerdo en concreto el caso de un niño que fue torturado, al que se le rompieron dos dedos de la mano porque se negó a firmar un formulario de devolución voluntaria a su país de origen. Sentí que había que hacer algo al respecto. Alguien me entregó una copia de la declaración de derechos humanos. Allí estaban los 27 principios que todos los países del mundo habían acordado respetar, desde el acceso a la educación y la sanidad al derecho al voto.

Usted se muestra optimista ante los avances que se han producido desde entonces. ¿Dónde ve esos motivos para la esperanza?
Empecé trabajando en favor de los derechos humanos a principios los 80. Por entonces toda Latinoamérica estaba controlada por dictaduras militares. Hoy no queda ninguna. En Europa del Este imperaban los totalitarismos comunistas. Ya no hay ni un solo gobierno comunista en la zona. Al mismo tiempo, en Sudáfrica estaban en la cúspide del apartheid. Los derechos de la mujer no estaban ni siquiera en la agenda política internacional, mientras que en la actualidad 195 países han firmado la CEDAW [Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer]. Ninguno de estos cambios han pasado porque lo hayan querido los gobiernos, los militares o las grandes corporaciones mundiales. De hecho, han sido quienes querían impedir estos avances. Ha sido gente comprometida y organizada en pequeños grupos los que los han hecho posibles, los que han forzado a los países a asumir estos acuerdos. Es por eso que estamos hoy aquí en España hablando de Robert F. Kennedy Human Rights España, preparando a las nuevas generaciones de defensores de los derechos humanos. Conocerlos y saber cómo reivindicarlos, compartir los valores democráticos y presionar a los gobiernos a cumplirlos, es ahora más importante que nunca frente al calentamiento global, el terrorismo, Rusia, China, los nacionalismos extremistas…

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¿Por qué han elegido España para ampliar la actividad de su fundación?
Ya existen también en Reino Unido, Suiza, Grecia e Italia, y llevábamos años trabajando también en vuestro país bajo el liderazgo de María Díaz de la Cebosa, presidenta de RFK Human Rights España. Hemos preparado a 105 educadores y profesores, nuestro mensaje ha llegado a 3.500 estudiantes y el objetivo es que en los próximos tres años esa cifra aumente hasta los 30.000 alumnos. Desde las escuelas infantiles hasta las universidades, no queremos entrar en un aula y dar una clase sobre derechos humanos, sino trabajar con los maestros para integrar estos conocimientos en las materias que están enseñando. Es un enfoque holístico, global, de la educación.

Hay un concepto, “imaginación moral”, que reivindica constantemente y que aprendió de su padre. ¿En qué consiste?
Forma parte de los pilares de nuestro programa. El primero es la propia Declaración de Derechos Humanos, explicar que se basa en la ley, que no es un conjunto de normas inventadas porque sí, que están acordadas por todos los países. El segundo es el aprendizaje social y emocional, la capacidad para empatizar con los demás y entender su forma de pensar. Es fundamental para la solución de conflictos, saber cómo se sientes y de dónde vienen. Hay que saber diferenciar entre lo que eres y lo que sientes. Se puede estar enfadado, pero eso no es un rasgo de tu personalidad. Al enfado le puede suceder la alegría, igual que a la tristeza. La gente debe entender que no son sus emociones, ellos son algo más que eso y pueden controlarlas. El tercer pilar es la habilidad para organizarse con un objetivo en una misma comunidad. Pedimos a nuestros estudiantes que identifiquen un problema y que colaboren para actuar. La diferencia entre una víctima y un héroe es la acción. Si piensas en Martin Luther King, el Dalai Lama, Malala o Greta Thunberg todos son víctimas que decidieron no serlo.

¿Ha habido alguna situación en la que creyera que no había solución posible?
Nunca. Estamos constantemente consiguiendo cosas. Cuando en Uganda se propuso una ley que condenaba a los homosexuales a cadena perpetua luchamos con todas nuestras fuerzas para impedirlo. Se aprobó y a continuación llevamos a los tribunales al Gobierno. ¿Y sabes qué? Les ganamos y se retiró esa ley. Hemos tenido 35 casos de este tipo y nunca hemos perdido ninguna. Han servido para sentar jurisprudencia por todo el mundo. ¿Conoces el caso de Nelson Carvajal? Era un periodista de Colombia que fue asesinado por investigar la corrupción en su gobierno local. La policía no investigó su muerte, así que lo hicieron sus familiares. Uno por uno recibieron amenazas y se vieron empujados al exilio. Han pasado veinte años sin verse entre ellos. En colaboración con ellos, demandamos al gobierno colombiano. Este año hemos ganado el caso y han tenido que realizar una disculpa oficial a la familia de Nelson Carvajal. Por primera vez en la historia de Latinoamérica, se ha forzado a un gobierno a que rinda cuentas por un asesinato y reabra la investigación. Estoy segura de que volveremos a ganar ese caso, hay pruebas que incriminan a altas instancias. Acompañé a la familia a Cartagena cuando se les hizo disculpa oficial y fue muy emocionante verles reunidos de nuevo. No estamos solo nosotros, se están consiguiendo cosas muy importantes desde Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Tengo motivos suficientes para ser optimista, estamos obteniendo victorias decisivas.

¿Ni siquiera la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha podido desanimarla?
A muchos entre los que me incluyo nos provocó una gran ansiedad, pero también ha provocado una reacción ilusionante. La marcha de las mujeres, la movilización en las últimas elecciones, la llegada de caras nuevas al Congreso y la mayor representación de las minorías en la política ya están suponiendo un cambio.

¿Ya ha decidido a qué candidato demócrata apoyará en las primarias?
En las próximas elecciones mi único interés es que ganen los demócratas, haré todo lo que pueda en favor del Partido Demócrata.

En su libro Robert F. Kennedy: Ripples of Hope (Center Street, 2018) habló con personalidades como el cantante Bono, Barack Obama, el congresista John Lewis o el actor George Clooney sobre lo que habían aprendido ellos de su padre. ¿Qué aprendió usted de él hablando con ellos?
La verdad es que fue una experiencia muy interesante, no sólo por lo que me enseñaron de mi padre, sino también por lo que descubrí de ellos. Yo ya conocía bien la obra de mi padre, por supuesto, pero ellos me revelaron cosas muy interesantes sobre su época. En la campaña de 1968, César Chávez [activista en favor de los derechos de los trabajadores latinos en EE UU] y John Lewis [líder destacado del movimiento por los derechos civiles] se ocupaban se ocupaban de coordinar los barrios latinos y afroamericanos de California, pero trabajaron juntos también en los de las mayorías blancas. ¿Puedes imaginarte a los dos, Chávez y Lewis, yendo puerta por puerta pidiendo el voto para el Partido Demócrata en aquellos vecindarios? Eso me lo contó el propio Lewis. También fue fascinante hablar con Harry Belafonte, alguien a quien adoro, un gran amigo con cuya visión de mi padre discrepo completamente.

Precisamente John Lewis también fue muy crítico con el papel que jugó su padre durante su etapa como fiscal general en la lucha por los derechos civiles en su libro March, unas memorias convertidas en novela gráfica que en 2014 premió RFK Human Rights.
Por supuesto. Como muchos de los activistas que en la década de los 60 lideraron la lucha contra la discriminación racial, John Lewis era muy escéptico entonces con cualquiera que formase parte de la administración. Tuvo que ganarse esa confianza. Mi padre reconoció que aprendió mucho de John Lewis en esa época, lo dijo públicamente.

Quizá esta sea una pregunta personal, pero hablando estrictamente de la resonancia que un apellido como Kennedy tiene en EE UU, me gustaría saber por qué cuando usted se casó en 1990 asumió el de su marido, Andrew Cuomo -gobernador de Nueva York desde 2011–,también procedente de una importante familia política demócrata, pero con menos pedigrí que la suya.
Pasé a ser Kerry Kennedy-Cuomo porque las palabras son muy importantes para mí y quería reflejar el cambio que había experimentado mi vida. Desde mi punto de vista, cuando te casas se produce una transformación dramática en la forma que tienes de ir por la vida, es el resultado de una unión de dos personas y los nombres tienen que mostrarlo. Cuando me divorcié volví a ser simplemente Kerry Kennedy porque esa fusión ya no existía.

Cuomo y usted tuvieron tres hijas, Cara, Mariah y Michaela, ahora veinteañeras. ¿Están implicadas también en RFK Human Rights?
Mi hija Cara va a entrar dentro de unas semanas en el comité de RFK, lo que me hace sentir muy orgullosa. Al margen de eso, las tres me han acompañado desde siempre en muchas de las actividades que realiza la fundación. ¡Les habría encantado venir a España!

En El irlandés, la nueva película de Martin Scorsese, Robert F. Kennedy aparece brevemente por el enfrentamiento que tuvo con el jefe sindical Jimmy Hoffa. El mismo día que preparaba esta entrevista me encontré ese retrato de forma casual. Imagino que a usted le habrá pasado en muchas ocasiones. ¿Cómo se convive con la representación que se ha hecho de su padre en libros y películas?
No he visto todavía El irlandés. Por cierto, creo que los protagonistas son todos italoamericanos, ¿no? ¿No han encontrado a ninguno que sea irlandés?

El irlandés del título lo interpreta Robert de Niro, que da vida a Frank Sheeran, mano derecha de Jimmy Hoffa.
¿Es sobre Hoffa? Tengo entendido que es muy crítica con su figura, algo que me alegra. Hace años se hizo una película que le glorificaba y me pareció terrible. ¡Le presentaban como a un héroe! Ese hombre había ordenado asesinatos y robado a trabajadores, era alguien terrible. Por cierto, ¿sabes qué le dijo Hoffa a mi padre? “Voy a echarles ácido a tus hijos en los ojos”. No me gustaba lo más mínimo.

Creo que Al Pacino, que interpreta a Hoffa en la película, dice algo similar. Pero le había preguntado por cómo se siente cuando encuentra a su padre o algún miembro de su familia retratados en ensayos, reportajes, filmes…
Depende mucho del tipo de obra. La mayoría de las veces me resulta irritante, porque sé que ponen en su boca palabras que no dijo. Evito ver estas cosas. La mayoría de la gente lo hace desde el cariño a la figura de mi padre, pero incluso así, con la mejor de las intenciones, no es del todo fiel y me acaba molestando. Asumo que es un problema mío, que no tiene nada que ver con los demás.

¿Cómo habría cambiado la historia si su padre hubiera llegado a la Casa Blanca?
Lo primero es que habría parado la guerra de Vietnam y se habrían evitado muchas más muertes. Como consecuencia de eso, tampoco se habría bombardeado Camboya. Henry Kissinger no habría sido secretario de Estado y no habríamos tenido en el gobierno a un criminal de guerra. Todo el daño que hizo en Latinoamérica se habría evitado, incluído el asesinato de Salvador Allende en Chile y otros tantos golpes militares que alentó. El lema en campaña de mi padre fue: “Paz, justicia y compasión para aquellos que sufren”. “Eso es lo que debería defender un país como EE UU y es lo que haré si soy elegido presidente”, dijo. Sin embargo, creo que actualmente sería muy difícil encontrar a alguien que te dijera que eso es los que representa EE UU. Mi país y nuestro mundo se habrían beneficiado de tener a un presidente que se guiara por esos principios.

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