Comprar una casa: ¿es ahora un buen momento?
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Aunque parezca que el mercado inmobiliario está dominado por una mano negra y maquiavélica que lo único que pretende es interponerse entre nosotros y la cocina de mármol Travertino de nuestros sueños, la realidad es que, a la larga, el precio de la vivienda depende de unas variables muy lógicas que no os van a extrañar nada. A saber, cómo de caras (o de baratas) estén las casas depende ni más ni menos que de cuánta gente esté buscando casa, del dinero que tenga esta gente para comprar, es decir, de los sueldos y, por la misma regla de tres, de cuánta gente esté en el paro y del tipo de interés, porque la mayoría de la gente necesita pedir una hipoteca para poder comprar. Por último, dependerá también, claro está, de cuántas casas haya a la venta.
Con todas estas variables se puede calcular lo que se llama el precio de equilibrio a largo plazo de la vivienda. Si las casas están por encima de este precio, podemos decir que están caras y que, probablemente, a medio o largo plazo, van a bajar; y si está por debajo, podemos intuir que, en un futuro no tan lejano, los precios podrían subir. No les sorprenderá saber que en 2007, antes de que estallara la burbuja, los precios estaban muy por encima del precio de equilibrio. Los últimos datos que tenemos son de finales de 2018 cuando, en líneas generales, los precios parecían estar bastante en línea con el precio de equilibrio y, en algunas zonas, incluso por debajo, o sea, baratas.
Pero hay zonas en particular que siguen prohibitivas
¡¿Cómo que baratas?!, pensaréis todos los que, como yo, llevéis años haciendo números que nunca salen. Pues sí, las casas estaban razonablemente bien de precio, pero no en todas partes. El problema de esto es que, como podéis intuir, estas variables dependen mucho de dónde estemos buscando casa. Aunque en España en general el precio de las casas no es desorbitado, hay regiones en las que las casas siguen estando carísimas, por varias razones. Por un lado, hay zonas, como las capitales, las ciudades grandes y algunas zonas turísticas con mucha demanda extranjera, donde, casi por definición, cada vez hay más gente buscando casa. Además, como tras el descalabro inmobiliario subió mucho la demanda de alquileres y muchos inversores se dieron cuenta de que podía ser un filón, en muchas de estas zonas competimos —ya se pueden imaginar que con bastante desventaja— contra fondos y otros inversores institucionales. Además, con el advenimiento de Airbnb y similares, muchas casas que antes eran viviendas, ahora se explotan para el turismo, lo que ha reducido aún más si cabe la oferta de casas para comprar en algunas zonas.
Que la vivienda no esté cara no significa que el acceso a la vivienda esté fácil
Además, que las casas no estén particularmente caras no significa que el acceso a la vivienda esté más fácil o, por lo menos, no para todos. Aquí entramos ya en temas de desigualdad y en la precariedad del empleo y de los sueldos de los jóvenes que, en nuestro país, y para nuestra desgracia, se enfrentan a un panorama triste, tirando a dramático.
Con el batacazo que se han pegado las generaciones recién incorporadas al mercado laboral con la dichosa pandemia, para los jóvenes, con el paro disparado, los sueldos bajo mínimos y los bancos cautelosos, lo de comprarse una casa es casi ciencia ficción.
La vivienda post-pandemia, ¿apocalipsis o tierra de las oportunidades?
Dicho esto, para los que tengan un trabajo estable y un sueldo decente, sí que puede ser un buen momento para comprar, porque los tipos están bajo mínimos y, previsiblemente, los precios no van a subir a corto plazo e incluso pueden bajar en algunas zonas por obra y gracia del coronavirus de las narices. Los momentos de crisis son además propicios para buscar chollos ya que puede haber gente que se vea obligada a vender rápido aunque sea barato.
Lo importante es ajustarte a tu precio, no al del mercado
Al final, lo fundamental es que nos compremos una casa que nos podamos permitir y que no nos hipotequemos por encima de nuestras posibilidades. Nos pongamos como nos pongamos, la casa de nuestros sueños debería cumplir los siguientes criterios:
El precio total no debe ser más que cinco veces tu salario bruto anual.
La cuota de la hipoteca no debe superar el 30% de tus ingresos netos mensuales.
Tienes que poder pagar, como mínimo, un 20% a tocateja.
Tienes que acabar de pagar la casa de antes de jubilarte.
Y ya. Si no cumple alguno de estos criterios, lo mejor es seguir buscando.
Vía: ELLE ES
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